domingo, 25 de abril de 2021

Miércoles 3 AM

 

Caminaba saltando los charquitos de la vereda, últimos signos de la nevada del lunes. Recorría el mismo camino de siempre, a la misma hora de siempre. Pasó frente a la panadería, el taller y la cuadra de los restaurantes.

 Cuando llegó a la calle Rosario decidió desviarse de su ruta habitual para dirigirse al correo a dos cuadras de allí. Había pensado en mandar la carta después del trabajo, pero tenía tiempo. Estaba de buen humor porque había salido el sol, y con él se había ido la nieve.

 Saliendo de las oficinas de correo pensó en su madre y en su hermana. En el dinero que le quedaba ahora que había mandado la carta, y si podría permitirse dos comidas cada día por el resto del mes. Pensó en la injusticia de su situación, primero con resignación y después con esperanza.

 Anochecía cuando dejaba atrás la fábrica. Había empezado a nevar. Su humor se había deteriorado con las horas, por lo que no le molestó especialmente no llevar abrigo. Recorrió las calles con calma a pesar del frío.

 Subió por las escaleras del edificio, oscuras y estrechas, hasta su departamento en el segundo piso. Mientras entraba le llamó la atención la puerta abierta del departamento del frente, el 2°b. Cenó ravioles y le compartió una porción al gato. Cuando terminó de lavar los platos se percató de que todavía era temprano, y pensó con cierta tristeza en cómo el invierno le robaba el sol.

 Cerró la bolsa de basura y se dispuso a dejarla en el tacho de la vereda. Cuando salió para el pasillo vio que la puerta de su vecino seguía abierta. Hacía poco que vivía ahí, no sabía su nombre ni su profesión, pero sí sabía que era un hombre joven porque lo había cruzado una vez esa semana, cuando salía para el trabajo. Se acercó hacia la cálida luz que se escapaba desde el interior del departamento al final del pasillo. Vaciló un momento antes de empujar la puerta entreabierta.

 En seguida notó que el comedor era considerablemente más grande que el suyo, con adornos exóticos en los escritorios de madera oscura y cuadros de siluetas extrañas en las paredes. Lo sorprendió su reflejo en un gran espejo con marco de madera de bambú que descansaba en la pared al lado de un piano viejo. El aire era más espeso que en el pasillo, había una humedad que le recordó a su casa en Misiones. Miró hacía la pared más oscura de la sala: la cubrían pilas y pilas de libros forrados en cuero y papeles desordenados. En el piso, a pocos centímetros de los libros, vio cómo ardían tres pequeñas velas de cera rojiza. Le pareció extraño porque estaba la luz encendida. No vio a su vecino, así que lo llamó en voz alta. No hubo respuesta.

 Se dio cuenta de repente que no sabía por qué había entrado sin permiso. Se dirigía hacia la puerta cuando se dio cuenta que había estado sonando una música que no había escuchado hasta el momento. Miró hacia la habitación de la que provenían los sonidos y escuchó fuertes tambores, platillos y voces disonantes que no llegaban a armonizar. Cuando se dio cuenta ya había entrado en la habitación donde colgaba el cuerpo de su joven vecino. La imagen lo desorientó, pero no lo horrorizó. Miró a su alrededor y localizó la radio; cuando la apagó, el silencio lo invadió y se reconoció inquieto. Pensó en llamar a la policía o alertar a su vecina del primer piso, pero no podía despegar la mirada de un bolso de cuero que descansaba en la mesita junto a la radio.

 Eran las doce y cuarto de la noche cuando la policía dejaba el edificio y los vecinos de los demás pisos, saciada la curiosidad, volvían a sus departamentos. Se lavó los dientes mientras intentaba no pensar en el joven. Cerró las cortinas y le puso llave a la puerta. Fue a su cuarto y sacó el bolso de debajo de su cama. Durante esa media hora contó más dinero del que nunca pensó ver junto.

  Se acostó a dormir intentando tranquilizarse, sumergiéndose en ideas sobre el futuro y la abundancia. Concilió finalmente el sueño, pensando en que podría faltar mañana al trabajo.

  Se despertó sudado y acalorado. Todavía era de noche. No podía moverse ni pensar claramente. Sintió su cuerpo anclado al colchón. Dirigió la mirada hacia el bolso: estaba intacto. Cerró los ojos e intentó volver a dormir, pero un dolor intenso le inundó el pecho. No pudo gritar, pero consiguió incorporarse con violencia. Corrió hacia el comedor desesperado mientras sonaban, desde algún lugar impreciso, tambores, platillos y voces que no llegaban a armonizar. Buscó las llaves de la puerta sin éxito. El dolor se agudizó y ya no pudo caminar, cayó al suelo y se arrastró hacia su cama. Sintió fuego trepando hasta su garganta. Arrebató algo de debajo de su colchón. Cerró los ojos, ardientes, y tomó aire como pudo. Escuchó tambores, platillos, voces que armonizaban algo macabro y después, nada. 

viernes, 2 de abril de 2021

Entrevista sobre el 24 de marzo


Mariana Carrera estudió Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires. Hoy trabaja en CONADI, buscando hijos de desaparecidos. 


 ¿Cuántos años tenías cuando ocurrió el golpe militar? ¿Tenés algún recuerdo específico de los años en dictadura?

 

 Yo nací en el ‘71, por lo que en el ‘76 tenía cinco años. No tengo recuerdos específicos de la época de la dictadura; sí tengo muy claros los recuerdos de lo que fue la vuelta a la democracia, el fin de la dictadura. Yo estaba en séptimo grado y tenía una familia muy comprometida políticamente, y tanto mi papá como mi mamá comenzaron a contarme lo que había sucedido. Había muchas películas muy buenas en ese momento, nacionales, que veíamos juntos: “La Historia Oficial”, “La Noche de los Lápices”... fue la manera que tuvieron mis padres de transmitirme todo el horror. También ahí, en séptimo grado, empezaron a aparecer, aún en mi incipiente adolescencia, los discursos con miradas totalmente opuestas a las que yo recibía, y recuerdo dos compañeros de la escuela con los que discutíamos bastante.


¿Cómo afectó la dictadura tu vida adulta?

 

 Pude enterarme, un tiempo después, cómo efectivamente la dictadura no sólo había diezmado a la sociedad, sino también golpeado fuerte el interior de mi familia: un tío materno tuvo que irse del país a Venezuela muy jovencito, veintiún años, estudiaba en La Plata, era militante… y tuvo que irse; y una tía materna, mucho más terrible su historia, con apenas diecisiete años estuvo desaparecida un año en Córdoba, y si bien luego la largaron, tuvo que irse directamente al exterior. Por lo cual mi abuela siempre fue una persona que me fue transmitiendo todo lo que había ocurrido, todo el dolor y horror que había generado la dictadura en nuestras vidas. 

 Con el crecimiento y con el correr de los años, con la llegada también a la universidad, y al escuchar voces y conocer muchas personas que habían sido afectadas directamente, fui dimensionando el horror y sentí que realmente era muy importante tomar conciencia y no tener una actitud pasiva frente a lo que nos había pasado como sociedad. Sobre todo, a seguir transmitiendo a las nuevas generaciones la historia para poder evitar cometer los mismos errores siniestros que cometimos.


¿Qué fue lo que te llevó a trabajar con Abuelas de Plaza de Mayo?¿Qué funciones realizás?


 Yo trabajo en CONADI, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, depende de la secretaría de derechos humanos de la nación, y es el organismo estatal que busca a los nietos de las abuelas de plaza de mayo. Obviamente yo conocía la existencia de las Abuelas y de su lucha desde hace mucho tiempo, pero en un momento personal de mucha crisis, después de muchos años de trabajar en medios, un trabajo más ligado a la lógica comercial y productiva, llegó esta posibilidad que le dio un sentido distinto a mi vida. Trabajo con los equipos de abogados y psicólogos que están en la CONADI, recibiendo a jóvenes que dudan de su identidad, que presumen ser hijos de desaparecidos, con toda la angustia que eso implica. También en CONADI recibimos algunas denuncias y trabajamos sobre denuncias históricas de personas que aportaron datos sobre posibles apropiaciones de menores en la época de la dictadura. Hay otra área muy interesante que se llama “Cercamiento”, que es muy sensible y se trabaja con mucho cuidado, donde una vez que tenemos indicios certeros y documentación respaldatoria que pueda presumir que hay alguien que es hijo de desaparecido, uno de esos nietos que estamos buscando, tomamos contacto con esa persona para explicarle cuál es la situación, y la duda, que nos está acechando. 

  Tengo contacto, efectivamente, con abuelas; son unas mujeres increíbles, luchadoras, perseverantes, amorosas… Realmente si hay algo que me conmueve es cómo ese dolor inconmensurable de perder un hijo hizo en ellas una actitud tan vital, de búsqueda, de unión; fue un referente internacional. Muchas de ellas no tenían militancia política, y simplemente las llevó a juntarse el hecho de estar padeciendo un mismo dolor. Es un hecho colectivo que también me parece fundamental: juntarse con pares para buscar respuestas y exigir al Estado lo que el Estado les debía, y en eso estamos. Escuchar a Estela realmente me sigue emocionando profundamente... su serenidad, su claridad, y su mirada sobre varios temas, no sólo el horror de la dictadura. 


¿Qué valores o conceptos no hay que olvidar de lo sucedido?


 A mi me parece importante entender que fue un golpe cívico militar. Que hubo fuerzas de la sociedad cómplices para que esto se instaurara en la Argentina, y que varios de esos grupos u organismos están todavía, ideológicamente, presentes entre nosotros, y siguen operando de distinta forma. (Es importante) Tener una mirada más amplia de lo que implicó la dictadura en términos de grupos de poder, había intereses económicos muy fuertes, y los mismos grupos de poder hoy siguen vigentes. 

 Ayer miraba una entrevista sobre la hija de Etchecolatz, un genocida que tiene cadena perpetua porque era el jefe de la policía bonaerense, y tiene comprobados miles de asesinatos y robos de bebés, en este plan sistemático que existió durante esos años. Su hija, después de un proceso personal muy fuerte, decide convertirse en “ex-hija”. Ella contaba que cuando terminó la dictadura su papá se fue a Brasil, huyendo de la justicia, y era el jefe de seguridad de todas las empresas Bunge y Born, uno de los grupos poderosos más fuertes del continente. Osea que un hombre que había hecho todo lo que hizo recibió asilo y trabajo como jefe de seguridad de uno de los grupos más poderosos de Argentina. (link al documental: http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8062/9931/)

La iglesia también, se siguen escuchando atrocidades de complicidad en esa época terrible. Entonces, (hay que) tomar dimensión en ese sentido sobre la responsabilidad de la sociedad sobre lo ocurrido; porque hubo jueces, hubo gobernantes, hubo políticos… para que todo eso ocurra hubo un consenso muy fuerte. 

 Otra de las cosas que pienso, que siempre es importante volver a cuestionar, es el lugar de los medios en relación a los fenómenos. Cómo muchas personas miraban por televisión una supuesta victoria en Malvinas, o el Mundial 78’, mientras miles se desesperaban buscando a sus familiares y no tenían modo de hacerse oír. Todas esas situaciones es importante dimensionarlas para poder entender cómo, en ciertos momentos, distintos sectores de la sociedad operan. Los medios de comunicación son, obviamente, otro grupo de poder que tuvo absoluta complicidad en esos años.

 Me parece fundamental transmitir lo que implica la unión de las personas buscando la justicia, buscando la igualdad, buscando la verdad; y a la potencia que se llega cuando hay grupos. Es otra de las grandes enseñanzas: que finalmente se puede, de forma mancomunada, lograr instaurar la verdad, y hay que seguir militándola y transmitiéndola. 



¿Cuándo te referís a que hoy en día siguen presentes organismos e ideologías como las que permitieron que se dé el golpe ¿Te referís a algo sistemático o a grupos civiles?


 Tiene que ver con entender que para que una situación así se dé tiene que haber un montón de otros grupos de poder que no son exclusivamente de la caspa militar, que fueron funcionales a ese objetivo, y que sacaron rédito económico, ideológico, de lo que fue la dictadura. 

 Me parece que sería un poco fuerte decir que esos mismos grupos siguen operando hoy con el objetivo de crear un golpe. Yo no creo que estén dadas las condiciones para un nuevo golpe, por suerte, básicamente porque hay una conciencia muy fuerte de la sociedad y eso siempre es un límite a cualquier falta a los derechos básicos. Sí creo que esos grupos de poder siguen operando en el presente y por eso es importante tener claro lo que sucedió y cómo hoy algunas cosas siguen funcionando.


¿Qué hacés, a día de hoy, los 24 de marzo de cada año?


 Cada 24 de marzo va tomando formas distintas… al yo estar tan vinculada a los organismos de derechos humanos, obviamente siempre, históricamente, hemos ido a la marcha. Estos años en pandemia se ha buscado otra manera de conmemorar. Este año se hizo toda una campaña de plantar árboles en conmemoración, que estuvo muy linda, porque estamos hablando siempre de la vida, de plantar vida. También es otro modo de comprometer a las nuevas generaciones, ya que hay varios que están muy inmersos en el cuidado del medio ambiente y con mucha conciencia de lo que implican las nuevas oleadas ecologistas. Instaurar un tema de memoria y “linkearlo” con esto me pareció muy creativo e interesante.

 Cada marcha del 24 es un momento donde los que trabajamos en organismos de derechos humanos tomamos dimensión de lo que implica nuestro trabajo para la sociedad, porque son marchas llenas de gente, y es fuerza para seguir avanzando. Es verdad que, dentro de todo el horror de la dictadura, yo estoy ligada a la parte más luminosa, que es encontrar vida y devolver identidad a los nietos que buscamos; eso hace que siempre la visión del futuro sea más esperanzadora, porque también es cierto que muchos de mis primeros momentos dentro de la secretaría fueron duros, teniendo contacto con testimonios de sobrevivientes y dimensionando lo que fue un plan sistemático absolutamente pensado desde mentes macabras… desde la intolerancia, obviamente, desde el abuso de poder, desde el placer de ver sufrir a otro.





Una serie de videos de Abuelas, sobre los nietos: https://www.youtube.com/watch?v=ZNnB9pgwZPc&list=PLr6ojCqgUoZ8x32AjIdlNgt8xcZTbaqZV&ab_channel=AbuelasdePlazadeMayo





En Una Habitación Sin Ventanas

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